Isabella, la nena
(dedicado a la pequeña hija de Jorge Mux, creador de Exonario . Se agradece la colaboración fotográfica, desinteresada y un poquito involuntaria de Unservidor, responsable de Seleccione)
Isabella era una nena que vivía con su familia
en una casa muy grande, llena de plantas y mascotas.
Isabella, sin embargo, estaba triste. “Yo no
quiero ser nena”, se decía; “es muy aburrido, no puedo hacer nada de lo que me
gustaría”.
Sentada en el pastito del fondo de su casa, Isabella
vio que pasaba corriendo su perro Sándor, y pensó:
“Quisiera ser un perro. Los perros corren muy
rápido y tienen hocico fuerte para atrapar pelotas de tenis y discos lanzados
al aire. ¡Eso sí que es divertido!”.
Isabella siguió sentada con cara de aburrida hasta que la sorprendió su gata Lola, que saltó del techo de la casa al árbol
del fondo, y del árbol, al pasto. La nena se emocionó pensando:
“¡También podría ser un gato! Saltar como Lola desde grandes alturas y no lastimarme, trepar por los techos, hacerme flaca, flaca para pasar por la ventana de la cocina… Los gatos pueden pasear de noche, no como yo, que tengo que acostarme temprano. ¡Yo quiero ser un gatito!”.
“¡También podría ser un gato! Saltar como Lola desde grandes alturas y no lastimarme, trepar por los techos, hacerme flaca, flaca para pasar por la ventana de la cocina… Los gatos pueden pasear de noche, no como yo, que tengo que acostarme temprano. ¡Yo quiero ser un gatito!”.
En esto pensaba Isabella cuando llegó una
paloma, que se posó en la medianera, miró a un lado y al otro, y se fue volando
otra vez. Isabella se puso de pie, siguió con la vista todo lo que pudo el
vuelo de la paloma y volvió a cambiar de idea:
“¡Eso es! ¡Una paloma es lo mejor de todo!
Podría volar, ver toda la ciudad desde el cielo, posarme sobre los árboles y
tener alas. Si me aburriera de un lugar, enseguida me iría a otra parte. ¡Sí,
señor: yo quiero ser paloma!”.
Se entretuvo en soñarse volando hasta que oyó
a su perro Sándor que lloraba a su lado. De tanto correr y jugar, se le había
enredado la correa en el árbol y, por más que tironeaba, no lograba liberarse.
“Tranquilo, Sándor, yo te ayudo”, le dijo la
nena, y desenroscó la larga correa del tronco del árbol. El perrito, ya libre y
contento, salió corriendo. Entonces, Isabella se dio cuenta de algo muy,
muy importante:
“Yo pude ayudar a Sándor porque tengo manos; si no, no habría podido desenredar su correa. Solamente las personas y algunos
poquitos animales tenemos manos, pero solo las personas sabemos usarlas así”.
Siguió pensando Isabella:
“Solamente siendo una persona puedo llevar a
pasear a Sándor y tirarle discos y pelotas de tenis para que las atrape con el
hocico. Solamente siendo una nena puedo acariciar a mi gata Lola sin que se
enoje y tirarle miguitas a las palomas. ¡Puedo hacer muchas cosas! Puedo jugar
con los animales, ayudarlos cuando tienen un problema y darles de comer… ¡Qué
bueno es ser una nena!”.
A Isabella se le pasó toda la tristeza y,
feliz de ser quien era, corrió a la casa a buscar la pelota de tenis para jugar
con Sándor.
Comentarios
Aquí dice mi amigo Silvio que le pase su comentario en forma de video: http://youtu.be/vUVm7WCsbWM
Beso.
Eli, has hurgado en mis recuerdos...
me encantó.